jueves, 25 de febrero de 2010

Recuperación grado sexto

Realizar un mural en una cartulina con actividades que tradicionalmente han sido
asumidas por las mujeres y por los hombres y comentar si hay igualdad de oportunidades

Realizar un listado de mujeres que a lo largo de la historia se han distinguido
por su trabajo y estudiar que dificultades tuvieron para desempeñarlo en el
campo de la ciencia, el arte, la cultura, la política y religión

Estos dos trabajos deben realizarse en forma individual y bien hecho

Fechade entrega: 02 de marzo

Miguel Darío

miércoles, 24 de febrero de 2010

TEXTO PREGUNTAS ICFES GRADO UNDECIMO

QUE ES LA IGLESIA

Pregunta: "¿Qué es la iglesia?"

Respuesta:
Mucha gente en la actualidad entiende la iglesia como un edificio. Esta no es la definición bíblica de la iglesia. La palabra iglesia viene de la palabra griega “Ekklesia” que significa “una asamblea” o “una convocatoria” La raíz del significado de “iglesia” no es un edificio, sino la gente. Es irónico que cuando le preguntas a la gente a cuál iglesia van, usualmente ellos dicen, Bautista, Metodista, u otra denominación. Muchas veces ellos se refieren a una denominación o un edificio. Leer Romanos 16:5 “Saludad también a la iglesia de su casa....” Pablo se refiere a la iglesia en su casa, no a un edificio que alberga la iglesia, sino al cuerpo de creyentes.

La iglesia es el cuerpo de Cristo. Efesios 1:22-23 dice, “Y sometió todas las cosas bajo Sus pies, y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, la cual es Su cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo.” El Cuerpo de Cristo esta formado por todos los creyentes desde el tiempo de Pentecostés hasta El Arrebatamiento. El Cuerpo de Cristo comprende dos aspectos:

(1) La iglesia universal es la iglesia formada por todos los que tienen una relación personal con Jesucristo. 1 Corintios 12:13-14 dice, “Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres, y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu. Además, el cuerpo no es un solo miembro, sino muchos” Aquí vemos que cualquiera que cree es parte del Cuerpo de Cristo. La iglesia de Dios verdadera no es ningún edificio de iglesia o denominación. La iglesia universal de Dios la forman todos aquellos que han recibido la salvación a través de la fe en Jesucristo.

(2) La iglesia local está descrita en Gálatas 1:1-2, “Pablo, apóstol ..... y todos los hermanos que están conmigo, a las iglesias de Galacia:” Aquí vemos que en la provincia de Galacia había muchas iglesias – lo que llamamos una iglesia local. Una iglesia Bautista, Luterana, Metodista, etc., no es LA iglesia, como en la iglesia universal – sino más bien es una iglesia local. La iglesia universal la forman los que han confiado en Cristo para salvación. Estos miembros de la iglesia universal deben buscar compañerismo y edificación en una iglesia local.

En resumen, la iglesia no es un edificio, o denominación. De acuerdo a la Biblia, la iglesia es el Cuerpo de Cristo – todos aquellos que han depositado su fe en Jesucristo para salvación (Juan 3:16; 1 Corintios 12:13). Hay miembros de la iglesia universal (el Cuerpo de Cristo) en las iglesias locales.


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TEXTO PREGUNTA ICFES GRADO DECIMO

Qes la religión? La religión es Dios. La religión es la Verdad. Dios y la Verdad son uno. Pero cuando digo que mi religión es Dios, hay muchas posibilidades de que se interprete mal. Si digo que mi religión es la Verdad, inmediatamente van a estar de acuerdo conmigo. Procuraré ser un poco más claro. Si digo que mi religión es el Señor Krishna y que ustedes deben aceptarla, sus ojos echarán chispas. Pero si digo que mi religión es la Verdad, saltarán diciendo: «La mía también». Ahora bien, si en vez de decir: «Deben aceptar mi religión», digo: «Aceptemos la Verdad universal», exclamarán: «¡Aceptada; gracias amigo!»

La religión es un acto de visión que nos guía y nos conduce al Más Allá. La religión es intuición. La intuición es tan próxima y querida, tan familiar a nuestra alma y tan íntima de nuestro corazón, que no requiere definición. Aún así, podemos proclamar también la verdad de que la intuición es la conciencia de la existencia que todo lo abarca. Pregunten a una persona cómo tiene seguridad de su existencia. El silencio se adueña de su boca. Sabe lo que es su existencia; la siente. Pero la explicación se le escapa. La religión es esa intuición misma que desafía a la explicación pero que es una verdad que se encarna y explica por sí misma.

La religión no es fanatismo. La religión, en su forma más pura, es un sentimiento de la unicidad universal de la Verdad. Un fanático nunca ve la verdad en su totalidad, ni siquiera con su desenfrenada imaginación. Un fanático no tiene nada que ofrecer al mundo, precisamente porque no ha dejado la puerta de su corazón bien abierta, y porque carece de la capacidad para comunicar con su alma.

Lo que necesitamos es la Iluminación directa. ¡He aquí!, las diferencias quedan enterradas en el olvido. Mediante nuestro sentimiento de unicidad universal corremos más y más cerca del Supremo. Nuestra vida posee una libertad propia. Nuestra estrechez de pensamiento aniquila esta libertad. Esta libertad no encuentra alegría alguna en los sublimes y grandiosos pronunciamientos; esta libertad quiere ser la expresión viva de nuestros pensamientos y sentimientos internos. La libertad es unión. La unión es la Verdad que todo lo energiza y todo lo colma.

La religión habla. Habla más significativamente que las palabras. Por desgracia, su mensaje está sujeto con frecuencia a nuestra despiadada distorsión. Sin embargo, a la larga, proclama triunfalmente la verdad.

Cuando pensamos en la religión, nuestra actitud debe ser simpatizante y apreciativa en lugar de crítica y competitiva. La crítica y la competición crean desarmonía, que es una fuerza destructora. La simpatía y la apreciación crean armonía, que es una fuerza creadora. Y aún más, la armonía es la vida de la existencia.

Todas las religiones son indispensables para sus seguidores. También, todas las religiones están cargadas de inspiración. Esta inspiración es la convicción del alma colectiva de los seguidores. La Paz debe ser su consigna, así como la Verdad es su único propósito.

Son trascendentales las palabras de Tagore sobre la religión:

«La religión, como la poesía, no es una mera idea; es una expresión. La auto-expresión de Dios está en la variedad sin fin de la creación; y nuestra actitud hacia el Ser Infinito también debe tener en su expresión una variedad de individualidades, incesante e interminable».

La religión es un desafío vivo a lo más elevado en el ser humano para afrontar los tempestuosos problemas de la vida. Cierto, hay incontables problemas. Pero también existe un Poder Omnipotente. Por extraño que parezca, este poder utiliza los problemas como auténticos instrumentos para las futuras bendiciones de la humanidad.

La religión expande; expande nuestros sentimientos. La religión vive; vive en las cavidades más íntimas de nuestro corazón. La religión conquista; conquista en nuestra abnegación.

El divino propósito de la religión es el de liberar la reserva contenida de energía humana. La vida misma es religión –íntima, continua y colmadora. Vivamos abierta y libremente. Tengamos esa religión que incluye a todos los seres humanos que alguna vez han vivido sobre la tierra, los que ahora se encuentran sobre el escenario del mundo y los que habitarán aquí durante las incalculables épocas venideras. La nuestra es la religión que perfeccionará el orden del mundo. La nuestra es la religión que viajará entre las costas de la Eternidad y la Infinitud.

TEXTO PREGUNTA ICFES GRADO NOVENO

El Bien Común: ¿Existe?
Sebastián García Díaz
Muchas veces ante los datos que nos envía la realidad nos preguntamos si el bien común
existe. Para responder debemos asumir una cuestión preliminar. ¿Cuál es la vida buena para el
hombre? Ante semejante pregunta se presentan infinidad de concepciones cuyas respuestas
son, en muchas casos contradictorias entre si. Tan contradictorias que, por momentos, parece
imposible pensar en un bien que realmente sea común.
Esta es la idea de los liberales contemporáneos: hoy son tan diversos los intereses y las
formas de entender la realidad que debemos olvidarnos de un bien general que conforme a
todos. Mejor pensar en una estricta fórmula de justicia que asegure que nadie molestará al
vecino en su actuar libre.
En el caso de John Rawls –un liberal social-, se agrega una cláusula para que los ricos no se
desentiendan de los pobres, pero su fundamento es tan relativo que no deja de ser una buena
intención.
El principio liberal para lo público es la neutralidad: ninguna alternativa cultural debe ser
discriminada o, lo que es igual, el Estado no puede inclinarse por alguna concepción del bien
en particular.
¿Cómo aplicar este principio a los contenidos de la educación pública, por ejemplo, o a
aquellas otras dimensiones sociales necesarias para el individuo? En general, el liberalismo
mantiene la firme convicción de que las fuerzas sociales, en libre interacción, producirán los
bienes que el individuo necesita. La regla laissez faire o si se quiere la "mano invisible", no sólo
regula naturalmente la dinámica del mercado económico sino también el "mercado social".
Las objeciones son abundantes. La primera: los liberales quieren defender la capacidad de
elegir entre posturas antagónicas. Sin embargo, parecen tomar dichas posturas como si
estuvieran naturalmente dadas, cuando en verdad no es así. ¿Cómo garantizar que el individuo
tendrá verdaderamente opciones significativas para elegir si ellas son arrasadas por las reglas
del "mercado cultural"?
La segunda: afirmar que el Estado puede desentenderse del bien humano es afirmar que tal
bien no existe. "No", dirán, sí existe, pero las "opciones significativas" debe determinarlas el
mercado social y no el Estado. Sin embargo ¿qué ocurre si la mayoría en ese mercado apoya
una concepción particular del bien y vota para que el Estado la imponga a todos los demás? El
liberal se desmaya. "Eso es una barbaridad", replicaría: "deben respetarse los derechos
naturales, los valores de racionalidad y de tolerancia".
La masa –finalmente- preguntaría por qué hemos de respetarlos. Este es el punto en que el
liberalismo se sincera y comienza a dar razones de fondo e invocar criterios racionales de
verdad y de falsedad. Conclusión: los liberales sí creen en un bien objetivo, que es el bien
liberal. La neutralidad es una careta, y justificar el liberalismo con un relativismo es un error.
¿Cuál es el bien común liberal? La suma de los bienes individuales. En verdad no hay bien
común porque no hay posibilidad de un debate franco e institucionalizado en el ágora política
entre las diferentes concepciones. Es una privatización del bien. Suena atrayente ¿no? Sin
embargo, pensar que el "yo" es anterior a sus fines, es decir, que es independiente de la
comunidad a la hora de saber lo que para él es bueno, es una hipótesis demasiado abstracta
como para ser debatida.

TEXTO PREGUNTA ICFES GRADO OCTAVO

Comunidad

Una Comunidad es “un grupo de personas asociadas con el objeto de llevar una vida en común, basada en una permanente ayuda mutua". El grado de vida común y de ayuda mutua varía ampliamente según la comunidad.

Ver también: Comunidades Eclesiales

Fuimos creados por Dios para vivir en comunión y anhelamos amar y ser amados. En todas las culturas y todos los tiempos han existido diversas clases de comunidades; la primera forma natural e indiscutible es la familia.

La persona humana requiere, por su dignidad y para satisfacer sus necesidades, formar parte de la sociedad. El bien común de la sociedad, llamado a veces bien general, no es ni el bien individual ni la suma de bienes individuales de cada una de las personas que compone la sociedad (individualismo). Pero tampoco consiste en el bien propio de la sociedad que se lo atribuye todo a sí misma independientemente de su relación con las personas (colectivismo). En ambos casos el ser humano queda oprimido por los mas fuertes.

El bien común significa que la sociedad vela por los derechos fundamentales de las personas, derechos que ella no puede violar en ningún caso. Y también supone que cada persona, sintiendo esa común voluntad de bien, esté siempre dispuesta a sacrificar ciertos intereses individuales en aras de eso que se llama entonces “interés general”. Está bien claro que las dos nociones de “persona” y “bien común” son correlativas y no deben jamás separarse la una de la otra.

Los seres humanos, por naturaleza, tienden a participar en la vida comunitaria. Pero al mismo tiempo las fuerzas del pecado llevan al egoísmo que obstaculiza la unidad.

Para vencer las fuerzas divisorias del pecado, Dios envió al mundo a su único Hijo. Jesucristo es el único que puede unir a los hombres, más allá de sus fuerzas naturales, en su divino amor. San Juan 4:8 "Dios es amor." La comunidad cristiana tiene como cabeza a Jesucristo y participa de su vida sobrenatural. Su gracia vital se nos da en los Sacramentos. Nos unimos a Cristo y a su Iglesia por el Bautismo, nos alimentamos con su Cuerpo y Sangre en la Eucaristía. Los primeros cristianos vivían una profunda vida de comunidad.

Hechos 2:44-47:
Todos los creyentes vivían unidos y tenían todo en común; vendían sus posesiones y sus bienes y repartían el precio entre todos, según la necesidad de cada uno. Acudían al Templo todos los días con perseverancia y con un mismo espíritu, partían el pan por las casas y tomaban el alimento con alegría y sencillez de corazón. Alababan a Dios y gozaban de la simpatía de todo el pueblo. El Señor agregaba cada día a la comunidad a los que se habían de salvar.

La Iglesia se hace presente en el mundo en las diversas diócesis, cada una con sus parroquias. Estas son las comunidades locales de católicos. Tenemos como vocación ser la familia de Dios.

Una verdadera colaboración de todos para el bien común no podrá orientarse si no se posee la íntima convicción de que todos somos miembros de una gran familia, e hijos de un mismo Padre celestial. -Pío XI en la encíclica Quadragesimo anno:

Los religiosos hacen voto de vivir en comunidad de acuerdo con sus reglas. Estos ideales se ven amenazados por la falta adhesión a la fuente: Jesucristo.

En la llamada "Edad Media" la estructura social era mucho más comunitaria que en la actualidad. Pero no faltan en la Iglesia nuevas comunidades suscitadas por el Espíritu Santo.

Bibliografía:
-El Nuevo Diccionario de Espiritualidad (Ediciones Paulinas

lunes, 22 de febrero de 2010

TEXTO GRADO SEPTIMO

Sobre el peligro de una infancia desprovista de corrección

Dentro de la gran cantidad de errores y males actuales, hay algunos que, bien lo sabemos, se esconden bajo máscaras de virtud. Máscara que, al mostrarnos su verdadera esencia, nos descubre el desastre de deformación que hemos creado en personalidades, situaciones, hacia Dios y el resto de los hombres, etc. Y poco puede ser más dañino que la implementación de estos males en la educación de los niños, encontrándose estos últimos tan imposibilitados de discernir por su propia cuenta entre lo que está bien y lo que no, motivo por el cual Dios ha puesto en primera estancia en manos de sus padres y luego de la sociedad el deber de velar por su sano desarrollo.

Y es dentro de la convulsa sociedad en la que hoy vivimos en la que se dan los extremos que, lejos del virtuoso centro proclamado por San Agustín, nos deformamos a veces irremediablemente.

Siempre han existido, lícitamente y en todas las épocas de la historia, reacciones enérgicas y rotundamente contrarias a los errores. Es la forma en que la humanidad, inspirada desde el Cielo, se ha ido regulando y reencausando cada vez que parecía acercarse peligrosamente al precipicio. Por supuesto que no siempre las reacciones son buenas, y en muchas ocasiones son sólo el pasito de retroceso que posibilita un envión mayor para dar un gran salto hacia el error... Este es el problema que surge de la falta de meditación, de la vida superficial, de la mala voluntad a la hora de enderezar un mal arraigado en nosotros mismos.

Pero ¿cómo responderemos por nuestros hijos si no modificamos nuestro proceder teniendo herramientas para hacerlo? Ellos, ahora, dependen completamente de nosotros, de nuestro discernimiento, de nuestro amor y deseo de bien para ellos. No podemos evadir esta dulce responsabilidad.

Frente a la violencia que se vive en las calles, en la televisión, los horrorosos espectáculos de niños golpeados, maltratados, abusados y violentados de toda forma, tenemos una posible forma de actuar lícita y otra que simplemente parece serlo... La primera es la formación de la virtud, dado que donde se siembran virtudes crecen campos de cultivo del bien, y la segunda es lo que parece contrarrestar tanto mal (pero no lo hace): la absoluta permisividad, la blandura, el libertinaje, es decir: la eliminación más radical de autoridad, de orden y educación de nuestros hijos.

Esta conducta, lejos de servir, se convierte en la otra cara de la moneda del error, y el error engendra más y más error.

¿Por qué es mala esta forma de actuar?

Al niño, al joven, no se le puede educar con blandura y mimos excesivos. Se debilita su carácter; se le habitúa a seguir los caprichos, los impulsos determinados por las circunstancias del momento, a no tener fortaleza de voluntad. Estos son los niños de hoy, absolutamente conscientes de derechos pero no de obligaciones, convertidos en pequeños diocesitos que determinan a qué son se baila en casa en lugar de vivir la etapa de aprendizaje y justa obediencia que correspondería.

¡Ojo! Que aprender y obedecer no es antónimo de ser cuidado y amado... Tengamos cuidado de no caer nuevamente en un extremo malsano.

Los que de jóvenes han recibido una educación muelle, de hombres son irresolutos, abúlicos, propensos a dejarse arrastrar por cualquiera que les halague, y por otro lado rebeldes a toda sujeción, orden y disciplina.

El niño mimado se convierte con facilidad en un pequeño tirano.

Impone sus caprichos a los demás; y cuando, saliendo fuera de su esfera familiar, tiene que enfrentarse con la sociedad, donde no encuentra la misma tolerancia de sus veleidades e intemperancias, se estrella, y resulta irascible e inaguantable. Viéndose adorado por los suyos, llega a concebir de sí un concepto exagerado, y a encontrar muy natural que todos le sirvan; cosa imposible a la larga dentro de la vida social.

Mimar al niño con exceso, criarlo entre caricias, no es quererlo más; por el contrario, es no quererlo bien.

El amor verdadero busca siempre el bien del amado, y éste no está precisamente en las caricias en toda ocasión, sino en evitarle las amarguras y desgracias que son consecuencia de una mala educación.

Hay madres que no pueden sufrir que el niño llore; y no piensan que las lágrimas derramadas en la infancia por efecto de las sanas reprensiones, suelen ahorrar muchas otras en la edad adulta. Los llantos del niño pasan rápidamente, sin dejar huella alguna; mas los del hombre suponen una herida que, aun cerrada, deja cicatriz.

No quiere más al niño el que le mima aun en lugar de corregirlo, sino el que le curte en la práctica del bien; aun cuando le haga llorar. No nos confunda un mal entendido "psicoanalisismo": no traumamos a un chico por guiarlo en el bien...

"El amor ciego de los padres, que todo lo permiten dice Tihamer Toth realmente es perjudicial a la disciplina y a la educación; pero esto no se ha de llamar amor; esta apatía continua es mas bien un desvío que arranca de la comodidad de los padres".

"El amor añade no es sinónimo de perdonarlo todo (en el sentido de no implementar un correctivo a tiempo); el primero es una virtud; el segundo es una impotencia cómoda que brota de la pereza" (Tihamer Toth: Formación religiosa de jóvenes, Cap. VII).

Y el Cardenal Gomá afirma: "El amor, que es el mejor resorte de la educación, produce cuando se desvía dos males gravísimos: la indisciplina de los hijos y la pérdida de la autoridad de los padres" (Gomá: La familia, Cap. VII).

Mientras nuestros hijos son aún pequeños estamos a tiempo de enmendar un posible mal en el futuro. Criarlos con justicia, ternura, determinación, bases sólidas, autoridad paterna (que no es lo mismo que autoritarismo), corrección, etc., no tiene nada de malo, por el contrario, es lo único que puede ayudar a contribuir a una sociedad justa, con bases sólidas, ética, bien intencionada, y demás.

¿Qué otra cosa podemos desear que la santificación de las pequeñas almas que Dios nos ha encomendado? Almas, por lo demás, que pueden fructificar en la colaboración de que, a su vez, otras almas florezcan en la virtud...

TEXTO GRADO SEXTO

EDUCACION DE LOS ENTIMIENTOS

Por Alfonso Aguiló Pastrana

Acabo de leer que cada año, sólo en Francia, se fugan de sus casas cien mil adolescentes, y cincuenta mil intentan suicidarse. Los estragos de las drogas -blandas, duras, naturales o de diseño- son conocidos y lamentados por todos. Parece como si las conductas adictivas fueran casi el único refugio a la desolación de muchos jóvenes. La gente mueve la cabeza horrorizada y piensa que casi nada se puede hacer, que son los signos de los tiempos, un destino inexorable y ciego.

Sin embargo, se pueden hacer muchas cosas. Y una de ellas, muy importante, es educar mejor los sentimientos. El sentimiento no tiene por qué ser un sentimentalismo vaporoso, blandengue y azucarado. El sentimiento es una poderosa realidad humana, que es preciso educar, pues no en vano los sentimientos son los que con más fuerza habitualmente nos impulsan a actuar.

Los sentimientos nos acompañan siempre, atemperándonos o destemplándonos. Aparecen siempre en el origen de nuestro actuar, en forma de deseos, ilusiones, esperanzas o temores. Nos acompañan luego durante nuestros actos, produciendo placer, disgusto, diversión o aburrimiento. Y surgen también cuando los hemos concluido, haciendo que nos invadan sentimientos de tristeza, satisfacción, ánimo, remordimiento o angustia.

Sin embargo, este asunto, de vital importancia en educación, en muchos casos abandonado a su suerte. La confusa impresión de que los sentimientos son una realidad innata, inexorable, oscura, misteriosa, irracional y ajena a nuestro control, ha provocado un considerable desinterés por su educación. Pero la realidad es que los sentimientos son influenciables, moldeables, y si la familia y la escuela no empeñan en ello, será el entorno social quien se encargue de hacerlo.

Todos contamos con la posibilidad de conducir en bastante grado los sentimientos propios o los ajenos. Con ello cuenta quien trata de enamorar a una persona, o de convencerle de algo, o de venderle cualquier cosa. Desde muy pequeños, aprendimos a controlar nuestras emociones y a también un poco las de los demás. El marketing, la publicidad, la retórica, siempre han buscado cambiar los sentimientos del oyente. Todo esto lo sabemos, y aún así seguimos pensando muchas veces que los sentimientos difícilmente pueden educarse. Y decimos que las personas son tímidas o desvergonzadas, generosas o envidiosas, depresivas o exaltadas, cariñosas o frías, optimistas o pesimistas, como si fuera algo que responde casi sólo a una inexorable naturaleza.

Es cierto que las disposiciones sentimentales tienen una componente innata, cuyo alcance resulta difícil de precisar. Pero sabemos también la importancia de la primera educación infantil, del fuerte influjo de la familia, de la escuela, de la cultura en que se vive. Las disposiciones sentimentales pueden modelarse bastante. Hay malos y buenos sentimientos, y los sentimientos favorecen unas acciones y entorpecen otras, y por tanto favorecen o entorpecen una vida digna, iluminada por una guía moral, coherente con un proyecto personal que nos engrandece. La envidia, el egoísmo, la agresividad, la crueldad, la desidia, son ciertamente carencias de virtud, pero también son carencias de una adecuada educación de los correspondientes sentimientos, y son carencias que quebrantan notablemente las posibilidades de una vida feliz.

Educar los sentimientos es algo importante, seguramente más que enseñar matemáticas o inglés. ¿Quién se ocupa de hacerlo? Es triste ver tantas vidas arruinadas por la carcoma silenciosa e implacable de la mezquindad afectiva. La pregunta es ¿a qué modelo sentimental debemos aspirar? ¿cómo encontrarlo, comprenderlo, y después educar y educarse en él? Es un asunto importante, cercano, estimulante y complejo.

proponer un programa exigente y completo de valores, apoyados y vividos desde una educación para la virtud, permitirá que los niños, adolescentes, jóvenes y adultos maduren cada día en su humanidad, vivan abiertos a los demás, y se preparen en serio a la meta en la que se decide, para siempre, el bien verdadero de cada uno de nosotros: el encuentro eterno con Dios. ¿No debería ser esa la señal inequívoca de que hemos sabido ofrecer un buen programa de formación en los valores?

TEXTO GRADO QUINTO

LOS HIJOS DE DIOS


Por Fernando Pascual - fpa@arcol.org

Estamos acostumbrados a hablar de los hijos como si se tratase de algo propio, de una “posesión”. Tenemos un coche, tenemos una casa, tenemos un libro, tenemos un perro y... “tenemos cuatro hijos”.

Gracias a Dios, el coche no va a exigir sus derechos, ni va a gritar que no nos quiere. Si no arranca, lo llevamos al taller. Si después de dos semanas de arreglos no funciona, lo vendemos al chatarrero. En cambio, si el niño “no arranca” en la escuela...

Es cierto que los niños nacen dentro de una familia, por lo que resulta natural que la familia asuma la responsabilidad de esa vida que empieza. Pero el niño tiene un corazón, un alma, y eso no es propiedad de nadie. La filosofía nos enseña que el alma, lo más profundo de cada uno, no puede venir de los padres, sino que viene de Dios. Los padres dan a su hijo el permiso para la vida y asumen la hermosa tarea de ayudarle, pero no pueden dominarlo como al coche o al perro.

Entonces, ¿cuál es la actitud más correcta ante el hijo que hoy “camina” a gatas por el pasillo y que pronto empezará a darse coscorrones en la cabeza? ¿Le dejamos hacer lo que quiera? Este era el sueño de Rousseau con su “creatura”, Emilio. No hace falta ser un gran psicólogo para comprender que el niño ideal de Rousseau llegaría a la juventud sólo por obra de un milagro... La realidad es que los padres están llamados a dar una formación profunda, correcta, clara, a sus hijos.

Primero enseñamos al niño normas de “seguridad”: no asomarse por la ventana, no meterse en la boca objetos peligrosos, no tocar animales extraños. Después, la búsqueda de la salud nos hace pedirle que tenga las manos limpias, que no se llene el estómago con caprichos, que no se rasque las heridas...

Simultáneamente enseñamos al hijo a hablar. Sus ojos cada día brillan de un modo distinto, y pronto su mundo interior, su corazón, se nos abre no sólo con las miradas, las manos y la sonrisa, sino con esas primeras y temblorosas palabras que empieza a decir con la confianza de ser acogido. Los padres que escuchan por vez primera “mamá”, “papá”, sienten muchas veces un vuelco en el corazón. El niño crece, y habla, y habla, y habla... Cuando ya ha aprendido un vocabulario básico, impresiona por su hambre de saber, de comunicar, de decir que nos quiere, o que ha dibujado un avión, o que ha visto una lagartija, o que acaba de encontrar un amigo de su edad...

Alguno podría pensar que la misión de los padres termina aquí, y que el resto le toca a la escuela. Sin embargo, el hijo todavía tiene que aprender detalles de educación que van mucho más allá de las normas de supervivencia o del usar bien las palabras del propio idioma. Dar las gracias, pedir permiso, saludar a un maestro, prestarle un juguete al amigo, hacer los deberes en vez de contemplar lo que pasan por la tele...

La educación moral es uno de los grandes retos de toda la vida familiar. La mayor alegría que pueden sentir unos padres es ver que sus hijos son, realmente, buenos ciudadanos. El dolor de cualquier padre es darse cuenta de que su hijo hace lo que quiere y que empieza a engañar a los maestros, a robar del monedero de mamá, a golpear a los compañeros o hermanos más pequeños, e, incluso, a levantar la voz en casa contra sus mismos padres...

San Agustín se quejaba de que sus educadores le regañaban más por un error de ortografía que por una falta de comportamiento. La queja tiene una triste actualidad en quienes se preocupan más por el 10 de sus hijos en inglés que por la pornografía que vean en internet o por las primeras drogas que puedan tomar con los amigos. Si somos sinceros, es mucho mejor tener un hijo agradecido y bueno, aunque no sepa alta matemática, en vez de tener un hijo ingeniero que ni siquiera es capaz de interesarse por lo que les ocurra a sus padres ancianos...

Los hijos no son propiedad de nadie, ni de la familia, ni de la escuela, ni del Estado. Pero todos, especialmente en casa, estamos llamados a ayudar a los niños y adolescentes a crecer en su vida como buenos ciudadanos y como hombres de bien. Esa es la misión que reciben los padres cuando inicia el embarazo de cada niño. Quienes hemos tenido la dicha de tener unos padres que nos han ayudado a respetar a los demás, a amar a Dios y a vivir de un modo honesto y justo, nunca seremos capaces de darles las gracias como se merecen. Quienes no han tenido esta dicha... pueden, al menos, preguntar cómo se puede enseñar a los hijos a ser, de verdad, buenos, no sólo en la formación científica, sino en los principios éticos más elevados.

Esa es la misión que reciben los esposos cuando su amor culmina en la llegada de un hijo. Cumplirla puede ser difícil, pero la alegría de un hijo bueno no se puede comprar ni con todo el dinero del Banco Mundial...

TEXTO CUARTO

TEXTO CUARTO